Fuente: academia (PUNTO) edu/8350547
MARÍA CALVO CHARRO
PROFESORA TITULAR DE DERECHO
ADMINISTRATIVO
UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID
PRESIDENTA DE EASSE-ESPAÑA
PRESIDENTA DE EASSE-ESPAÑA
LOS DERECHOS EMERGENTES
DEL SIGLO XXI Y LA REGRESIÓN DEL
CONCEPTO DE “SER
HUMANO”
"La diferencia sexual es esencial y penetra hasta los tuétanos. La personali- dad es, por lo tanto, nada, sin diferencia de sexo” (Feuerbach)
Cumplidos más de 60
años desde la declaración universal de los derechos humanos de 1948, los
derechos inalienables e imperecederos de la persona se ven amenazados por la
propia organización que los consagró, que convertida en autora de una “nueva
ética mundial” está comenzando a poner en tela de juicio las verdades
antropológicas esenciales del ser humano, como es la alteridad sexual,
asumiendo como correcta y universalmente válida la ideología de género, una
ideología desestruturante de la sociedad y de la persona.
Ciertos grupos de
presión con una poderosa influencia sobre esta organización pretenden incluso
la modificación de la declaración inicial por una “nueva declaración de
los derechos emergentes del siglo XXI”, entre los que se incluiría el derecho a
la libre opción de género y de identidad sexual. Estos nuevos valores globales
podrían llevar a una regresión en el concepto de ser humano si olvidamos las
palabras pronunciadas por Benedicto XVI1, dirigiéndose a la Asamblea General
de las Naciones Unidas,
en la conmemoración del 60°Aniversario de la Declaración
Universal: “Los derechos humanos
se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y presente en las
diferentes culturas y civilizaciones. Arrancar los derechos humanos de este
contexto significaría restringir su ámbito y ceder a una concepción
relativista, según la cual el sentido y la interpretación de los derechos
podrían variar, negando su universalidad en nombre de los diferentes contextos
culturales, políticos, sociales e incluso religiosos”.
La Declaración
Universal de 1948, reconoce en su art. (1) que: “Todos
los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos…”. (1)
(1) El art. 10. 1 de
nuestra Constitución abre el título primero “de los derechos
y deberes fundamentales”
señalando que “la dignidad de la persona y el libre desarrollo de la personalidad”
son “fundamento del orden y de la paz
social”. Se trata, como afirma Robles Morchón, de una declaración de
contenido valorativo que ha de ser puesta en conexión con
otros preceptos constitucionales. De este modo “el libre
desarrollo de la personalidad” constituye el fundamento
axiológico-normativo de otros derechos como el derecho a la educación que
“tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad” (art.27.2 CE) y es la expresión concreta deaspectos
parciales de la libertad general de acción, como sucede con la libre elección
de centro docente por los padres.
En
este sentido, no podemos perder de vista que la alteridad sexual forma parte esencial, inherente e innata del ser humano y que la personali-dad, en consecuencia,
siempre será una personalidad femenina o masculina, en la medida en que el sexo
es constitutivo de la persona (2),
(2) Vid. al respecto, Juan
Pablo II; Audiencia General, 21.XI.79, n.1, Varón y mujer. Teología del cuerpo,
1995.
y
no un mero atributo externo o diferencia fisiológica sin repercusión en el
correcto y pleno desarrollo del ser humano. La sexualidad es una dimensión
esencial de la persona. La feminidad o masculinidad se extiende a todos los
ámbitos de su ser y se manifiesta en todas sus dimensiones: fisiológica,
psicológica y espiritual. (3)
(3) Sin embargo, parte de
la doctrina constitucionalista ignora o desprecia esta dualidad considerando
que el derecho al desarrollo de la personalidad y la educación solo puede concebirse
a partir de la negación absoluta de la existencia de diferencias entre los
sexos y, en consecuencia, cuestionando la constitucionalidad de aquellos
modelos educativos que atienden de forma específica a las peculiaridades que
niños y niñas presentan en los procesos de aprendizaje. Vid. en este sentido,
Benito Aláez Corral, El ideario educativo constitucional como fundamento de la
exclusión de la educación diferenciada por sexo de la financiación pública, en
la Revista de Derecho Constitucional, n.86, mayo-agosto, 2009, págs.31-64.
El
debate acerca del sexo como elemento constitutivo de la persona y sobre si la
distinción entre varón y mujer determina su propia identidad ha pertenecido
tradicionalmente al ámbito de la filosofía, la ética y la antropología. En el
siglo XIX la sexualidad humana recibió un intenso tratamiento desde el punto de
vista antropológico. Destacan en este sentido las investigaciones realizadas
por Ludwig Feuerbach y por Freud sobre la condición sexuada del ser humano y
sus consecuencias. Como señala Castilla de Cortázar, el reto que presenta el
conocimiento de lo que en profundidad es lo masculino y lo femenino y cuál es
su enclave ontológico se inscribe en una vieja inquietud humana que ya constaba
en el oráculo de Delfos: “Conócete a ti mismo”. (4)
(4) B.Castilla de
Cortázar, Lo masculino y lo femenino en el siglo XXI, en la obra colectiva:
Retos de futuro en educación, ed: Ediciones internacionales universitarias,
2004, págs.87 y sgts.
Iguales en humanidad y
dignidad
Como punto de partida
es indiscutible que hombre y mujer somos iguales en dignidad y humanidad. La
sexualidad habla a la vez de identidad y alteridad. Varón y mujer tienen
la misma naturaleza humana, pero la tienen de modos distintos, recíprocos.
La
igual dignidad de varón y mujer hunde sus raíces en la tradición judeocristiana. Según el Génesis (Gn 1,27), Dios creó al hombre y la mujer a su imagen
y semejanza;
“hombre y mujer los
creó”. Y a ambos
conjuntamente les planteó la tarea de generar descendencia, someter y dominar la tierra, imponiéndoles
así una igualdad de cargas y responsabilidades (Gn 1,28).
La humanidad se
articula pues, desde su origen, sobre lo femenino y lo masculino. Humanidad
sexuada creada a “imagen y semejanza de Dios”. Más adelante Dios, al considerar
que el hombre no debe estar solo, crea a la mujer. No como subordinada, sino
como complemento indispensable, sin el cual el hombre no sería tal. Por lo
tanto, no existe una subordinación hombre-mujer en el proceso de creación, sino
simultaneidad y complementariedad. En este sentido, la Iglesia católica parte
del reconocimiento de la diferencia misma y sobre tal base habla de la
“colaboración activa” entre el hombre y la mujer. Esa unidad fundamental es la
que enseñaba más tarde San Pablo a los primeros cristianos: Quicumque enim in Christo baptizati estis, Christum
induistis. Nos est Iudaeus, neque Graecus: non es servus, neque liber: non est masculus,neque
femina (Gal 3, 26-28); ya no
hay distinción de judío, ni griego; ni de siervo, ni libre; ni tampoco de
hombre, ni mujer. La masculinidad y feminidad son las dos formas, los dos modos
fundamentales en los que se realiza la humanidad de la persona. La persona
humana, antes de ser "griego o bárbaro, esclavo o libre, judío o
gentil" es hombre o mujer. La humanitas es bi-forme. (5)
(5) Es la constitución
relacional de la persona humana. Masculinidad y feminidad son el símbolo real
de que la persona humana no es un individuo que "contrata" la
relación con el otro, sino que está originariamente dentro en la relación con
la otra persona. ¿Qué significa "símbolo real"? dos cosas. Significa
una capacidad expresiva. El bi-formismo sexual es un lenguaje, porque el cuerpo es un lenguaje de la persona. Todo lenguaje lleva un significado. El significado que lleva
la masculinidad/feminidad de la persona es un significado nupcial: no es para
hundirse dentro de un enfrentamiento estéril solo con sí mismo, sino para una
relación con el otro. Solo la existencia de una persona humana
"otra", solo una verdadera y propia alteridad-diversidad es en grado
de llevar visiblemente el significado de comunión de la existencia humana.
(C.Caffarra, Hombre o mujer: ¿realidad o elección? 2009)
Merece la pena
recordar al respecto la profundización que Juan Pablo II realizó en su Carta
Apostólica «Mulieris dignitatem», sobre las verdades antropológicas
fundamentales del hombre y de la mujer, en la igualdad de dignidad y en la
unidad de los dos, en la arraigada y profunda diversidad entre lo masculino y
lo femenino, y en su vocación a la reciprocidad y a la complementariedad, a la colaboración
y a la comunión (Cf. n. 6). (6)
(6) Como señala Juan
Pablo II, el "genio de la mujer" se puede traducir en
una delicada sensibilidad frente a las necesidades y requerimientos de los
demás, en la capacidad de darse cuenta de sus posibles conflictos interiores y
de comprenderlos. Se la puede identificar, cuidadosamente, con una especial
capacidad de mostrar el amor de un modo concreto, de "acoger al otro". Hacía hincapié además
Juan Pablo II en que en el Cristianismo, más que en cualquier otra religión, la
mujer tiene desde los orígenes un estatuto especial de dignidad, del cual el
Nuevo Testamento da testimonio en no pocos de sus importantes aspectos (...); es
evidente que la mujer está llamada a formar parte de la estructura viva y
operante del Cristianismo de un modo tan prominente que
acaso no se hayan todavía puesto en evidencia todas sus
virtualidades” (Cf.“Mulieris
dignitatem”, n.1).
La persona es,
como dijera Santo Tomás de Aquino, “lo más noble y digno que
existe en la naturaleza”. No hay mayor dignidad
que la de ser hijos de Dios. El Concilio Vaticano II así lo
afirma reiteradas veces: “El hombre tiene hoy
una conciencia cada vez mayor de la dignidad de la persona humana” (7)
(7) Concilio
Vaticano II, Constitución Gaudium et spes,
parte 1, cap. 1, nrs. 12-22; Declaración
Dignitatis humanae, Preámbulo, sobre la Libertad Religiosa.
Un elemento de
importancia primordial para la construcción de la paz es el reconocimiento
de la igualdad esencial entre las personas humanas, que nace de su misma
dignidad trascendente. (8)
(8) Mensaje
de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2007.
Iguales en Derechos
En relación con los
derechos fundamentales de la persona –y sus correlativos deberes- en los países
desarrollados (pues todavía es largo el camino por recorrer a favor de las
mujeres en los países en vías de desarrollo) existe una igualdad al menos
formal entre hombre y mujer. No obstante, no podemos dejar de reconocer que
todavía queda mucho por hacer. Así, las mujeres deberían recibir más apoyo institucional,
administrativo, político y social para poder compatibilizar de forma equilibrada
su vida laboral y una maternidad plena. Y sin duda los hombres deberían
implicarse a fondo en las tareas del hogar y en la fundamental misión
de la crianza y educación de los hijos.
Sin embargo,
ciertos sectores ideológicos al mismo tiempo que se
esfuerzan por reconocer los mismos derechos y deberes a hombres y
mujeres niegan radicalmente la existencia de cualquier diferencia asociada al
sexo. De este modo, transforman la igualdad en un igualitarismo
masificador neutralizante de los sexos que no hace sino perjudicar a
ambos. Actualmente existe la idea arraigada en la sociedad y en las
más altas instancias políticas de que el ser humano es neutro sexualmente,
que nace como una hoja en blanco en la que las experiencias de la vida y
la educación configuran su tendencia u orientación sexual. Se niega radicalmente
que el sexo sea constitutivo de la persona y no se admite la existencia de
un dimorfismo sexual con trascendencia en la vida diaria. Se considera que
la naturaleza no aporta nada al ser humano, sino que es únicamente por
medio de la cultura y la educación como se elaboran los estereotipos
sexuales, los roles que es preciso deshacer en pro de una igualdad
absoluta entre hombres y mujeres, solo diferentes en sus atributos
externos o fisiológicos.
La ideología
de género o la deconstrucción de la persona y la sociedad
La neutralidad sexual
ha alcanzado en los últimos años su punto álgido con la implantación
generalizada de la denominada ideología de género. La palabra sexo ha resultado
sustituida con sutilidad por la expresión “género”, actualmente enclavada en el
discurso social y político contemporáneo, integrada en
la planificación conceptual, en el lenguaje, en los documentos y también en lasnormas
legales. Sin embargo, tras este aparente “desliz” gramatical existe una intencionada
finalidad política meticulosamente premeditada. Algo que no es nuevo, pues,
como señaló Lewis, en “La abolición del Hombre”, la invención de ideologías, llega
a afectar incluso a nuestro lenguaje, ocultando el verdadero significado de lo
que hay en juego. (9)
(9) El nuevo lenguaje
mundial tiende a excluir palabras pertenecientes específicamente a la tradición
judeocristiana, como, por ejemplo: verdad; moral; conciencia; virginidad;
castidad; madre; padre; justicia; pecado; mandamiento; caridad.
En este caso, la
intención oculta sería el intento de un cambio cultural gradual, la denominada
“de-construcción” de la sociedad por medio de la destrucción de la bipolaridad
entre los sexos y la proclamación de la inexistencia de masculinidad y
feminidad, en beneficio de una neutralidad absoluta en todos los planos de nuestra vida, privada y pública. Se utiliza un lenguaje ambiguo que hace parecer razonables los nuevos presupuestos éticos. La meta consiste en “re-construir” un mundo nuevo y
arbitrario que incluye, junto al masculino y al femenino, también otros géneros
en el modo de configurar la vida humana y las relaciones interpersonales.
Los ideólogos de género
presuponen que ambos sexos son idénticos – abstracción hecha de sus
diferencias corporales externas- y que la feminidad y masculinidad son
construcciones sociales, productos de la cultura y la educación, que es preciso
eliminar por completo para garantizar una verdadera igualdad en todos los
planos de la vida, incluido el reproductivo y biológico. Con tal fin, se desprecia
la maternidad y, en consecuencia, se desestabiliza la familia como institución
social. (10)
(10) El feminismo de género
ha encontrado favorable acogida en un buen número de importantes Universidades
donde se pretende elevar los “Gender Studies”
a un nuevo rango científico.
Consideran los
ideólogos que el ser hombre-el ser mujer en el sentido de
la propia configuración personal es, y debe ser
exclusivamente fruto de la libertad que, en el proyectar
esta configuración, no tiene ninguna referencia "natural". La única
instancia competente que responde a esta pregunta: "quién es el hombre -quién es la mujer", "qué
sentido tiene el ser hombre - el ser mujer", es la libertad de la persona.
(11) (11)
Carlo Caffarra. Hombre o mujer: ¿realidad o elección?
Brescia, 21 Junio 2008. Si el ser-varón o el ser-mujer no gozan de un sentido real u objetivo, sino
que poseen el significado que cada cual les atribuye, no se ve porqué debe llamarse
matrimonio únicamente a la unión entre un varón y una mujer. En su mismo núcleo, la
sexualidad tiene el significado que cada uno decide otorgarle. (12)
(12)
Carlo Caffarra, Primer Presidente del Instituto Giovanni Paolo II,
Apuntes para una metafísica de la educación, METAFÍSICA Y PERSONA, Filosofía,
conocimiento y vida, Año 1 – Julio2009 – Número 2, pp. 3-16, Università di
Bologna.
La ideología de género es una ideología desestructuradora de la
identidad personal, (13) (13) T. Anatrella, La diferencia prohibida, ed:
Encuentro, Madrid, 2008, págs. 294 y sgts. que fue introducida en
las Naciones Unidas en un primer momento como una política medioambientalista
que buscaba la reducción del crecimiento demográfico mediante el fomento del
denominado “sexo ecológico”, en definitiva, de las relaciones homosexuales. En
la India (Bangalore, 1992) la reunión de un grupo de expertos sobre
planificación, salud y bienestar familiares, adoptó la siguiente recomendación: “Para ser efectivos a
largo plazo, los programas de planificación familiar deben buscar reducir
no sólo la fertilidad dentro de los roles de género existentes, sino más bien
cambiar los roles de género a fin de reducir la fertilidad”.
Esta visión se afianzó
después en los encuentros
del Cairo (Conferencia Mundial sobre Población y desarrollo, 1994) y de Pekín
(Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Beijing, 1995) infligiendo a las
mujeres un nuevo
golpe en su identidad en cuanto tales mujeres, aunque afirmen que la finalidad es proteger su dignidad
como personas. Esta última fue el escenario elegido por los promotores de la nueva
perspectiva para lanzar una fuerte campaña de persuasión y difusión. Allí se
expuso la ideología de género como la forma de liberar a las mujeres de los
roles impuestos en el ámbito biológico. Los nuevos conceptos son ya
omnipresentes, y la organización de las Naciones Unidas ha sido el principal
catalizador de estos cambios mundiales, erigiéndose en “autoridad
moral universal”, imponiendo unos valores globales que presupone
válidos y justos, creando una nueva “ética mundial”, un nuevo orden social
incuestionable a pesar de su falta de fundamentación antropológica. (14)
(14) Vid. al respecto
el documento de M.A. Peeters, La nueva ética mundial, ed: Institute for Intelectual
Dialogue Dynamics, 2006.
El Derecho se ha
convertido en un mero reproductor de las pautas éticas planteadas
desde Naciones Unidas, erigida en la nueva autoridad moral de la globalización.
La consecuencia es la desprotección de la persona como hombre y como mujer, con
sus específicas características, inquietudes, prioridades, necesidades y
exigencias vitales.
Ciencia frente a
ideología
Los más recientes
avances en la tecnología de la imagen y en la investigación médica, reconocen
la existencia de diferencias sexuales en el cerebro que posteriormente
ejercerán una innegable influencia en el comportamiento de
la persona, según sea varón o mujer. Estos descubrimientos echan por tierra la basesobre
la que se asienta toda la ideología de género: la inexistencia de diferencias entre
los sexos debidas a la naturaleza o biología.
Los últimos avances de la
neurociencia establecen una conexión incontrovertible entre cerebro, hormonas y
comportamientos. Sandra Witleson, neuro científica conocida por los estudios
que realizó en la década de los noventa sobre el cerebro de Einstein, afirma
con rotundidad:
“el cerebro tiene
sexo”. Hombres y mujeres salen del útero materno con algunas tendencias e
inclinaciones innatas, no nacen como hojas en blanco en las que las
experiencias de la infancia marcan la aparición de las personalidades femenina
y masculina, sino que, por el contrario, cada uno tiene ciertas dotes naturales.
(15)
(15)
El doctor Hugo Liaño,
Jefe del servicio de neurología de la Clínica Puerta de Hierro, considera que “en la octava
semana de gestación del feto se originan diferencias cerebrales provocadas por
la testosterona en los hombres y los estrógenos en las
mujeres”. El catedrático en
fisiología, Francisco José Rubia, Director del Instituto Pluridisciplinar de la
Universidad Complutense, afirma que “la naturaleza
produce dos sexos con cualidades cognitivas diferentes. Cuando se nace con un
cerebro –masculino o femenino- ni la terapia hormonal, ni la cirugía, ni la
educación pueden cambiar la identidad del sexo”. Para la neuróloga María Gudín “la persona humana,
es hombre o mujer, y lleva inscrita esa condición en todo su ser. Cada célula,
órgano y función son sexuados. También nuestro psiquismo. Y esto va a afectar al comportamiento decada ser humano
”. El Catedrático en
psicología, Serafín Lemos, mantiene con rotundidad: “En cuanto a
inteligencia, no hay diferencias entre hombres y mujeres”. El Director del Instituto
de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona, especialista en inteligencia
emocional, Ignacio Morgado, ante la pregunta: “¿podría ser que, además de las influencias culturales y educativas, el cerebro de la mujer procese las
emociones de manera diferente al hombre?”, contestó: “Todo parece
indicar que sí”. Datos extraídos de la Jornada “Cerebro y
Educación. Diferencias sexuales y aprendizaje”, celebrada el 8 de noviembre de
2008, en la Fundación Garrigues, Madrid, organizada por EASSE, con la
colaboración de la Fundación Abaco y Fundación Retamar.
La diferenciación
sexual es un proceso enormemente complejo que comienza muy temprano, en el
desarrollo del embrión, aproximadamente en la octava semana de gestación,
debido a la combinación de nuestro código genético y de las hormonas que
liberamos y a las que estuvimos expuestos en el útero. Estos esteroides se
encargarían de dirigir la organización y el "cableado" del cerebro durante
el periodo de desarrollo e influenciarían la estructura y la densidad neuronal
de varias
zonas.
Nacemos con un cerebro sexualizado que determinará una personalidadmasculina
o femenina, teniendo cada una de ellas, como promedio, una serie de rasgos
característicos y específicos. De manera que, mantener que el hombre y la mujer
son los mismos en aptitudes, habilidades o conductas, es construir una sociedad
basada en una mentira biológica y científica.
En definitiva, en palabras de
Louann Brizendine, neuropsiquiatra de la Universidad de Columbia, “No existe un cerebro
unisex. Si en nombre de la corrección política intentamos refutar la
influencia de la biología en el cerebro, empezaremos a combatir nuestra
propia naturaleza”. (16)
(16) Vid. al respecto el libro de L. Brizendinne, El
cerebro femenino, ed: RBA, 2007.
Naturaleza y cultura
Sin embargo, es
evidente que la naturaleza puede ser influenciada por la educación y la
cultura. No podemos dejarnos llevar por un predeterminismo biológico
que negaría el libre albedrío de la persona. No todo es naturaleza. La educación
juega asimismo un papel fundamental en el equilibrado desarrollo de
la personalidad femenina y masculina por medio de la potenciación de las
virtudes y aptitudes peculiares de cada sexo y por medio asimismo del
encauzamiento de aquellas tendencias innatas que podrían dificultar una justa
igualdad y un correcto desarrollo personal. Por ello, aquellos métodos docentes
que aprecien, valoren y concedan el
tratamiento adecuado a las especificidades propias de cada sexo en la escuela
serán sin duda los más adecuados para lograr el equilibrio personal y humano
que todo niño precisa para alcanzar una madurez responsable y, en consecuencia,
libre y feliz.
En palabras de Benedicto XVI: “La naturaleza
humana y la dimensión cultural se integran en un proceso amplio y complejo, que
constituye la formación de la propia identidad, donde ambas dimensiones, la
masculina y la femenina, se integran y complementan…”.
El Estado,
cómplice de la desestructuración personal
Si persistimos en la
negación de las evidencias científicas, las consecuencias de esta
indiferenciación sexual serán nefastas para el entramado completo de la sociedad,
pues, como afirma Anatrella, cuando la sociedad pierde el sentido de una de las
variantes humanas, como la diferencia sexual que funda y estructura a la vez la
personalidad y la vida social, no puede sorprendernos constatar la
alteración del sentido de la realidad y de las verdades objetivas.
Las
leyes que favorecen lo indiferenciado, destruyen la base antropológica sobre la
que se asienta nuestra sociedad. Se ha perdido la idea de una “verdad” sobre el
hombre cuya psicología se muestra fragmentada e impulsiva, carente de todo
vínculo social. En esta situación nos vemos obligados a defendernos frente a la
propia ley que ha perdido su dimensión universal y que confunde la verdad objetiva
con la verdad individual y subjetiva. En este tipo de leyes al relativismo moral
se une un radical positivismo jurídico, pues, a pesar de ser
claramente perjudiciales para el desarrollo integral de la persona, al atentar contra su propiaesencia
–el sexo es “constitutivo” de la persona- se consideran justas por el mero hecho
de haber sido aprobadas por el Estado. En definitiva, lo importante, como dijera
Luhmann, es la funcionalidad de la norma, y no la rectitud de sus
contenidos.
Cuando desde el poder público se siguen tomando las decisiones sin
buscar coherencia alguna con los fundamentos antropológicos del sentido del
hombre que se han construido a lo largo de los siglos, el Estado pierde su
función primigenia y deja de ser el garante del bien común. Cuando el Estado
desprecia aquellos valores que se apoyan sobre fundamentos antropológicos, se
convierte simplemente en el gestor de reivindicaciones y tendencias dispersas,
expresadas por grupos
de presión o individuos -vemos actualmente la fuerza inmensa de los lobbies dehomosexuales; feministas
radicales y abortistas- perdiendo de este modo su credibilidad.
El Estado no puede erigirse en poseedor del sentido último. No puede imponer
una ideología global, ni una religión (tampoco laica), ni un pensamiento único.
(17) (17) En busca de una ética
universal: una nueva mirada sobre la ley natural. Documento de la Comisión
Teológica Internacional sobre la ley natural, 2007. Y el Derecho no puede
ignorar las verdades científicas elementales pues, como afirma Sánchez-Ostiz, “No respetar la lógica da lugar a enunciados insostenibles (ex falso
sequitur quodlibet); construir conceptos normativos de espaldas a la ciencia da
pie a enunciados disfuncionales y anacrónicos”. (18)
(18) Sánchez-Ostiz, Revista
Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, ¿Tienen todos derecho ala vida?
Bases para un concepto constitucional de persona, 2009.
Los datos de la biología son para
el jurista un referente o límite, puesto que delimitan un marco dentro del
cual es razonable emitir un juicio o tomar una decisión normativa.
Conclusión. La
verdadera revolución sexual o el reconocimiento de la alteridad.
En los últimos años la
sociedad ha ido perdiendo sus dimensiones universales y sus fundamentos
antropológicos. Las mujeres han logrado una igualdad al menos formal al precio
de perder su feminidad y los hombres se avergüenzan de una masculinidad que hoy
es despreciada por una sociedad que prefiere los modelos femeninos de conducta
y comportamiento.
La pérdida de la esencia femenina implica necesariamente
un menosprecio así mismo hacia la esencia masculina. De este modo
maternidad y paternidad son palabras sin sentido. La negación de la
diferenciación sexual conduce a la identificación de las relaciones
homosexuales con las heterosexuales, incluso desde el punto de vista legal, sin
haber calibrado detalladamente las consecuencias de tal medida.
En nombre de la
libertad máxima del ser humano se niega de forma radical toda posible
influencia de la naturaleza. "Los debates sobre naturaleza y libertad
siempre han acompañado la historia de la reflexión moral. La época contemporánea
está marcada, si bien en un sentido diferente, por una tensión análoga. Como si
la dialéctica -e incluso el conflicto- entre libertad y
naturaleza fuera una característica estructural de la historia humana" (Encíclica Veritatis Splendor)
Sin embargo, la
ciencia nos muestra algo bien distinto: la alteridad sexual es parte inherente
a la persona. En consecuencia,
el derecho al pleno desarrollo
de la personalidad, implicará el derecho al pleno desarrollo de la esencia femenina y
masculina que constituye a cada ser humano, mujer y varón.
Hombres y
mujeres somos iguales en derechos, deberes, dignidad, humanidad y, como ha
demostrado la ciencia, también en promedio de inteligencia.
En la sociedad actual
es de justicia que las mujeres se realicen profesionalmente hasta donde ellas
deseen y que los hombres se comprometan a fondo en la crianza, educación de los
hijos y labores del hogar. Pero este arduo y dificultoso camino hacia la
igualdad no debe suponer nunca la negación de nuestras diferencias, de nuestras
especificidades en cuanto hombre y mujer. El empeño por negar las diferencias
llena nuestras relaciones de conflictos, tensiones y frustraciones. A fin de
mejorar las relaciones entre los sexos es preciso llegar a una comprensión de nuestras
diferencias que aumente la autoestima y la dignidad personal.
La revolución del
68 que implantó la indiferenciación sexual abrió la puerta a la desintegración
personal, a la deconstrucción de la persona y la sociedad y a la destrucción de
sus fundamentos antropológicos esenciales. Sin embargo, la verdadera revolución
sexual está por llegar y será aquella que, recobrando los fundamentos
antropológicos esenciales del ser humano y sustentándose en los descubrimientos
científicos que demuestran la existencia de un dimorfismo sexual innato,
reconozca la existencia de diferencias inherentes e innatas entre hombres y mujeres,
diferencias que pertenecen a la naturaleza y que son la esencia del ser humano,
hombre y mujer. Diferencias que lejos de separarnos nos complementan, equilibran
y enriquecen, haciéndonos más plenos como personas y en consecuencia, más
libres y felices.
La mujer y el hombre, cada uno desde su perspectiva, realiza
un tipo de humanidad distinto, con sus propios valores y sus propias
características y sólo alcanzará su plena realización existencial cuando se
comporte con autenticidad respecto de su condición, femenina o masculina.
Existen
una serie de verdades antropológicas fundamentales del hombre y de la mujer: la
igualdad de dignidad y en la unidad de los dos, la arraigada y profunda diversidad
entre lo masculino y lo femenino, y su vocación a la reciprocidad y a la complementariedad,
a la colaboración y a la comunión. Esta unidad dual del hombre y de la mujer se
basa en el fundamento de la dignidad de toda persona, creada a imagen y
semejanza de Dios, quien «les creó varón y mujer» (Génesis 1,27), evitando
tanto una uniformidad indistinta y una igualdad estática y empobrecedora, como
una diferencia abismal y conflictiva. (19)
(19)
Vid al respecto: Juan Pablo II, Carta a las mujeres, 8; 1995. Juan Pablo II, 15
de agosto de 1988, exactamente hace veinte años, carta apostólica «Mulieris
dignitatem». Discurso deBenedicto XVI a los participantes en el congreso
internacional «Mujer y varón, la totalidad del humanum», celebrado en Roma del
7 al 9 de febrero 2008.
Ciertamente se necesita
una renovada investigación antropológica que, basándose en la gran tradición cristiana, incorpore los nuevos progresos de laciencia y las actuales
sensibilidades culturales, contribuyendo de este modo a profundizar no sólo en la identidad femenina, sino también en la masculina, quecon
frecuencia también es objeto de reflexiones parciales e ideológicas.
La
relación hombre-mujer en su respectiva especificidad, reciprocidad y complementariedad
constituye, sin duda, un punto central de la «cuestión antropológica», tan
decisiva en la cultura contemporánea.
Es hora pues de recuperar
lo perdido, exigiendo la devolución de nuestra integridad y
dignidad femenina y masculina. Algo, sin lo cual, ningún ser humano, hombre o
mujer, puede alcanzar el equilibrio personal y, por lo tanto, la
felicidad, pues, como afirma Allison Jolly, primatóloga de la Universidad
de Princeton, “sólo comprendiendo su
verdadera esencia, la mujer (y asimismo el hombre) podrá tomar el control de su
vida”.
Cada hombre, cada
mujer, es un ser único e irrepetible, un ser humano que solo alcanzará su
plenitud si tenemos en cuenta que el sexo –femenino o masculino- no es algo
accidental, sin trascendencia alguna, sino que es plenamente constitutivo de su
persona. Y el Derecho debe adaptarse a esta realidad científica y despreciar
las ideologías que lo enturbian, corrompen y transforman en instrumento
favorable a unas minorías que perjudican el bien común. Las leyes positivas
pueden, es más, deben cambiar para permanecer fieles a su propia vocación. En
efecto, por una parte, existe un progreso de la razón
humana que, poco a poco, es más consciente de lo que
se adapta mejor al bien de la comunidad, por otra parte, las condiciones históricas
de la vida de las sociedades se modifican (para bien o para mal) y las leyes se
deben adaptar. Así el legislador debe determinar lo que es justo en el momento
concreto de las situaciones históricas. (20)
(20)
Cfr. Tomás de Aquino, s.,Summa theologiae, Ia-IIae, q. 97, a. 1. Para San
Agustín, el legislador, para hacer una buena obra, debe consultar la ley
eterna; cfr Agustín, s.,De verareligione,
XXXI, 58 [Corpus christianorum,
series latina, 32, 225]: «El legislador
temporal, si essabio y bueno, consulta a la ley eterna, que ningún hombre puede
juzgar, para que de acuerdocon sus normas inmutables pueda reconocer aquello
que en ese momento conviene mandar o prohibir (Conditor tamen legum temporalium, si vir bonus est et sapiens,
illam ipsam consulitaeternam, de
qua nulli animae iudicare datum est; ut secundum eius immutabiles regulas,
quidsit pro tempore iubendum vetandumque discernat)». En una sociedad
secularizada, en la que notodos reconocen la señal de esta ley eterna, la
búsqueda, la defensa y la formulación del derecho natural mediante la ley
positiva garantizan la legitimidad.
Como afirma el Santo
Padre, Benedictio XVI, "Cuando la
Iglesia habla de la naturaleza del ser humano como hombre y mujer y pide que se
respete este orden de la creación no está exponiendo una metafísica
superada". Es
urgente devolver al Derecho y a la sociedad los fundamentos antropológicos
extirpados; necesitamos recobrar los puntos esenciales de referencia, empezando
por la alteridad sexual para “re-humanizar”
el ordenamiento jurídico y devolver a la
persona humana -hombre y mujer- al centro de gravedad de la tarea legislativacomo
le corresponde, acabando con el relativismo jurídico que, paralelo al relativismo
moral, impregna la regulación de los últimos años.
Es hora de
reclamar lo que Benedicto XVI ha denominado una “ecología del hombre”, entendida en el
sentido justo; ecología humana basada en el respeto de los géneros,
masculino y femenino, que forman parte de la naturaleza humana.
Revelan la principal diferencia entre los cerebros masculinos y femeninos
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