Vea el tema original en:
La ideología de género. El triunfo de lo inmundo (o del «in-mundo»)
Con este artículo de Yvan Blot* presentamos el nuevo libro editado por Fides «¿Guerra de sexos? ¡No a la teoría de género!», en el que intervienen Alain de Benoist, Yves Christen, Charles Champetier, Brigitte Daniel, Pierre Le Vigan, David L´Epée y Michel Lhomme, un auténtico manual que desmonta las falacias de la llamada "ideología de género".
25 de enero de 2017
Yvan Blot
En
su libro “La barbarie interior. Ensayo sobre el inmundo moderno”, el
profesor Jean-François Mattéi muestra cómo el arte contemporáneo,
negándose a representar el mundo, comienza a representar a su opuesto,
el “in-mundo” (o el “sin-mundo”), que frecuentemente deriva hacia “lo
inmundo”, a saber, la basura.
El género, avatar del Gestell
La
teoría de género es un avatar de esta tendencia. Negando la existencia
de los sexos, negando el mundo real, esta ideología construye un
“in-mundo” que quiere imponer a todos los países del planeta, de manera
totalitaria. Todo lo que se opone a la teoría de género es censurado por
oponerse a los derechos humanos, y todo el que se opone a los derechos
humanos debe ser tratado como un criminal. Es la marca de todos los
totalitarismos: criminalizar a sus adversarios.
El
mundo, según Heidegger, está definido por cuatro divisiones: la tierra,
el cielo, los mortales y la divinidad. Se trata de una transposición de
las cuatro causas de Aristóteles: la causa material, la causa formal,
la causa motriz y la causa final.
En
términos de amor humano, la causa material es el sexo; la causa formal
es el matrimonio; la causa motriz es el sentimiento amoroso; y la causa
final es la reproducción. Todas estas funciones biológicas y
psicológicas sólo tienen un sentido “final”, la reproducción de la
especie. Éste es el mundo que hemos heredado desde que existe la
humanidad. Éste es el mundo creado por Dios, según la tradición
cristiana, que recoge en este punto las tradiciones espirituales. Un
esquema resume esto en el espíritu de Aristóteles y Heidegger: tal es la
esencia del amor.
Matrimonio
↑
Hijo ← Amor → Sentimiento
↓
Sexo
Heidegger señala que el mundo moderno ha reemplazado el mundo humano por el Gestell,
donde el hombre se arrincona por el utilitarismo y el materialismo. En
este antimundo, el Gestell, Dios es reemplazado por la idolatría del
ego, las personas por las masas, la tierra (la base) por la tecnología y
el cielo (lo ideal, la norma) por el dinero. Así tenemos el siguiente
esquema:
Dinero
↑
Ego ← Modernidad (Gestell) → masas
↓
Ténica
En
la teoría de género, la causa final es el capricho del ego que debe
elegir su género de forma arbitraria según sus deseos. Al servicio de
este capricho interviene la técnica (operación quirúrgica, vestimenta,
etc.) y el derecho (matrimonio para todos). El igualitarismo es llamado
como refuerzo para modificar el derecho positivo frente al derecho
natural. En fin, el amor entre el hombre y la mujer obedece ahora a las
leyes de la masa (causa motriz): es en el amor para todos, heterosexual u
homosexual, partícipe de la orgía, que lógicamente debería extenderse
hasta la zoofilia y la pedofilia. Como escribió Dostoievski: “Si Dios no
existe, todo está permitido”. El amor es despersonalizado y se
convierte en un fenómeno de masas (¿amor por todos?), como una suerte de
“derecho” (derecho de acceso al mercado).
El
libro de Marguerite Peeters, “El género, ¿una norma mundial?”, con un
excelente prólogo de Robert Sarah, pone el acento sobre esta nueva
ideología totalitaria, que proviene de un desgraciado acoplamiento del
pensamiento francés (Simone de Beauvoir) y del pensamiento americano
(John Money).
La deconstrucción de las diferencias hombres / mujeres
La
ideología de género (gender, en inglés) considera que las diferencias
de hombres-mujeres no son más que opresiones normativas, estereotipos
culturales que es necesario deconstruir para realizar la perfecta
igualdad entre hombre y mujer. Según lo escrito por Sarah, «En nombre de
la libertad y la igualdad, las batallas ideológicas del “género”,
obedeciendo a exigencias subjetivistas, vienen a organizar la sociedad
sin tener ningún respeto por la diferencia sexual». Estamos en presencia
de una utopía de la liberación de los deseos más caprichosos y
arbitrarios que serían portadores de la felicidad universal.
Peor
aún, esta ideología pretende cambiar el derecho de las diferentes
naciones en nombre de un presunto consenso que ignora todo debate
público. Como Hillary Clinton declaró, se trata de un derecho humano y
no es posible debatir sobre los derechos absolutos. La libre elección de
la “orientación sexual” debe ser respetada. La técnica y el derecho
deben aliarse para permitir a cada uno elegir su sexo.
El
exsecretario general de la ONU, Ban Ki-moon precisaba: «No hay
costumbre o tradición, no hay valores culturales ni creencias religiosas
que puedan justificar el privar a un ser humano de sus derechos
humanos». Los derechos humanos en cuestión, derecho al matrimonio
homosexual, derecho de adopción para las parejas homosexuales, derecho a
cambiar de sexo, derecho de aborto sin límites, etc., se elevan a la
categoría de ídolos que deben respetarse como objetos sagrados. Son los
ídolos de la decadencia moral que Occidente quiere imponer al mundo
entero.
Como
escribe Marguerite Peeters, «el concepto de género fue diseñado en
algunos laboratorios de supuestas ciencias humanas vinculadas con la
intelligentsia posmoderna occidental de los años 1950. Se injerta en la
revolución feminista, sexual y cultural de las décadas de los años
1960-1970, aprovechando su dinamismo y su poder de transformación
social. Hacia finales de 1980, alcanzó la madurez conceptual, el
“género” cristaliza los objetivos de la revolución cultural igualitaria
occidental».
El
núcleo del dispositivo ideológico está en los países anglosajones. El
expresidente norteamericano Obama dio la instrucción a sus agentes y
funcionarios del gobierno de Estados Unidos para asegurar “que la
diplomacia americana y la ayuda al desarrollo, promovieran y protegieran
los derechos humanos de lesbianas, gais y transexuales por todo el
mundo”, con un apoyo financiero de las organizaciones de homosexuales.
En noviembre de 2011, el primer ministro británico, David Cameron,
declaraba ante los Jefes de Estado de la Commonwelth que la ayuda al
desarrollo en África estaría ahora condicionada por el reconocimiento de
los derechos de los homosexuales.
Armada
con esta antropología laicista, individualista, hedonista y
obligatoria, la teoría de género avanza de forma encubierta: ella quiere
ser el apóstol de la igualdad, la paridad, la equidad, la libertad de
elegir, de los derechos humanos, de la promoción de la mujer, de la
no-discriminación, de la lucha contra la violencia. Liberado de las
limitaciones de la realidad que son la feminidad y la masculinidad, el
individuo dirige su existencia y no se compromete con nada de manera
responsable. La libertad de elegir triunfa sobre la persona, la
paternidad, la maternidad, el vínculo de filiación, la familia y el
amor. Pero, en última instancia, la humanidad, por falta de
reproducción, desaparecerá. Una de los doctrinarias de la teoría de
género, Margaret Sanger (1879-1966) quería poner fin a la “esclavitud de
la reproducción” (sic).
Origen de la ideología de género
Según Marguerite Peeters, «estrictamente hablando, el concepto de género (gender)
aparece por primera vez en Estados Unidos en 1955 cuando el sexólogo de
Harvard John Money (1921-2006), distingue el sexo (biológico) del
género (roles sociales masculinos y femeninos». El estatus sexual
corresponde a una función social que puede reconstruirse. Money piensa
que podemos cambiar de sexos sin mayor esfuerzo. Quiere cambiar el sexo
de David Reimer, mutilado por una circuncisión fallida, para hacer de él
una chica con ayuda de tratamientos hormonales. Este niño nunca quiso
identificarse como tal y quiso reconvertirse en un hombre a los 15 años a
través de la cirugía. Se suicidó a los 38 años. La teoría de Money, a
pesar de esta tragedia, conoció el éxito y fue asumida por Robert
Stoller en su libro de 1968: “Sexe and Gender. The Development of Masculinity and Feminity” (Sexo y género: El desarrollo de la masculinidad y la feminidad).
Según
el autor, «nacida en la cabeza de los psiquiatras bajo la influencia
freudiana, la idea según la cual la identidad sexual se corresponde con
la identidad que nosotros elegimos subjetivamente por autoasignación, y
no con la identidad correspondiente al sexo biológico, comenzó a
interesar cada vez más a los sociólogos y hacer camino en la cultura
occidental (...) la matriz de la ideología de género es
francoamericana». Sartre decía que el individuo debe liberarse “de sí
mismo” (su esencia) para vivir “por sí mismo” en libertad. Su compañera,
Simone de Beauvoir decía que no se nace mujer, se llega a serlo (sic)
(“El segundo sexo”, 1945). Para ella, la familia, el matrimonio, la
maternidad tradicional, son fuentes de opresión. El freudiano-marxista
Herbert Marcuse (1898-1979) quería una revolución cultural liberadora.
Las feministas atacaban los roles sociales. El movimiento feminista será
retransmitido por el movimiento homosexual. Según Peeters, «Monique
Wittig (1935-2003), líder del movimiento lésbico francés, instalada en
los EE.UU. en 1976, vincula explícitamente la teoría de género, que
entonces se estaba desarrollando en las universidades, a las
reivindicaciones homosexuales». El primer “gay pride” (fiesta del orgullo gay) se lleva a cabo en los EE.UU. en 1970.
Según
la profesora de la Universidad de California, Joan Butler, «el género
(...) es un estado construido, radicalmente independiente del sexo (...)
con la consecuencia de que el hombre y lo masculino pueden también
tener sentido tanto en un cuerpo femenino como en un cuerpo masculino».
Butler ayudó a crear una cátedra de estudios de género como ciencia en
París. Butler se adhiere a a teoría “queer”,
que estipula que la identidad sexual y los actos sexuales son
construcciones sociales. La orientación sexual no sería ni natural ni
esencial a la persona. Peeters resume la teoría “queer”:
«Tengo mi elección. Estoy orgulloso y estoy de acuerdo con esta
elección. No acepto que ningún otro o la sociedad me diga qué soy yo. No
recibo mi existencia de nadie más que de mí mismo. Yo decido por mí
mismo lo que soy. La sociedad debe conformarse con mi elección y
adaptarse a mis cambios de orientación. Soy el amo del mundo». Se trata
de una sobreinflamación del ego, típico del Gestell, el ego que piensa
que es Dios.
Butler
retoma la idea de Spinoza según la cual “es ético todo lo que es
técnicamente factible”. La feminista estadounidense Shulamith Firestone
escribe en su “Dialéctica del sexo” que hace falta una revolución sexual
autoritaria y provisional para crear una sociedad de “posgénero”, donde
no habrá ninguna distinción sexual (copia de la sociedad “sin clases”
de Marx): todo el mundo sería “homo/hetero/bi” y la “tiranía de la
familia biológica se quebraría”.
Según
la autora, «así nacerá lo “poshumano”, producto del maridaje del hombre
y de la tecnología que permite o permitirá cada vez más el cambio de
sexo, de prolongar su existencia, de liberar a las mujeres de su función
reproductiva por el uso de úteros artificiales (...). Llegará un
momento, pretenden los teóricos “queer”,
en el que la humanidad, devenida en poshumanidad, será “liberada” del
género y del sexo (...) esta sociedad de individuos asexuados superará
toda limitación con la simple búsqueda de sus objetivos de aumento del
poder y del placer”.
Hacia una norma política mundial
El
término “género” experimentó un gran avance con la Cuarta Conferencia
Internacional sobre la Mujer de Pekín en 1995. Se convirtió en el objeto
de un pretendido consenso mundial. La perspectiva de género es el
concepto clave de la plataforma de acción de Pekín y la igualdad de
sexos (gender equality) su primer objetivo
Se
trata de establecer una gobernanza mundial con una red de socios
ideológicamente alineados, especialmente las ONGs, que tienen la ventaja
de ser irresponsables respecto a los pueblos y de no cumplir las reglas
de responsabilidad democrática. El objetivo es transferir todos los
poderes a las oligarquías no electas que persiguen intereses
particulares.
Los
intereses mercantiles no están excluidos de la teoría de género, en la
medida en que se desea hacer de los seres humanos unas materias primas
intercambiables sin identidad limitativa.
El
lobby del género, próximo a las organizaciones feministas y
homosexuales, tiene una estrategia: la de comenzar por reivindicar, en
nombre de los derechos universales, la protección contra las
discriminaciones y las violencias y de adquirir beneficios sociales.
Pero el objetivo final es provocar un cambio cultural mundial en favor
de una generalización y valorización de los estilos de vida LGBT (Lesbian, Gays, Bissexual, Transsexual).
Según
Marguerite Peeters, «fue en diciembre de 2008 que las expresiones
“orientación sexual” e “identidad sexual” fueron debatidas por primera
vez en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Sin embargo, ya las
encontramos en las resoluciones del Parlamento Europeo de 1989 a 1999».
Las Naciones Unidas, a través de la voz de su entonces secretario
general, Ban Ki-moon, insistió sobre el hecho de que los derechos
humanos interpretados por la ONU trascendían de los mensajes de las
religiones. En un mensaje dirigido al festival de cine de derechos
humanos del 2 de julio de 2012, Ban Ki-moon, elogió el trabajo de los
defensores de los derechos de los homosexuales, lesbianas y transexuales
en todo el mundo y destacó la obligación legal de los Estados de poner
fin a la discriminación por razón de la “orientación sexual”. Una nueva
forma de expresar el punto de vista “onusiano” según el cual los
derechos (¿definidos por quién?) están por encima de cualquier
costumbre, tradición, valor cultural o creencia religiosa, un tema
recurrente en la ONU desde la adopción y puesta en aplicación del nuevo
“consenso mundial” obligatorio (pero nunca decidido de forma
democrática).
Amenazas y resistencias
Marguerite
Peeters concluye: «Golpeada y dolorida por la negación de su herencia
cristiana, la civilización occidental se encuentra hoy en un estado de
desorden. Sin el sueño humano y espiritual de los pueblos, sin liderazgo
político ni cultural apropiados para ayudarles a encontrar el camino
hacia un destino auténtico, ella permanecerá anestesiada durante siglos
de secularización. Convertida en un “no man's land” (tierra de nadie),
proporciona a los fenómenos como el “género” un terreno cultural
propicio para su desarrollo (...) La gobernanza mundial se hace cómplice
y ocupa su lugar en la dimensión política y culturalmente normativa.
Los gobiernos y los pueblos del mundo son sometidos bajo presión a
alinearse con las nuevas normas. La cultura occidental bajo normas
políticas mundiales, éstas bajo las políticas del mundo entero, y las
nuevas políticas al abandono cultural de las tradiciones y de la fe, se
cierra el bucle: toda la cultura occidental deviene decadente y
disolvente».
Las resistencias científicas a la teoría de género
Sobre
este tema, científicos y religiosos convergen. Lise Eliot,
neurobiólogo, constata: «Los chicos y las chicas son diferentes. Este
dato, evidente para todas las generaciones que nos han precedido, tiene
hoy el efecto de una revelación sorprendente para numerosos padres.
Nosotros, que hemos sido educados en la idea de igualdad de los sexos,
consideramos o creemos que las diferencias de género no son innatas,
sino fabricadas por la sociedad». Esto es falso. Boris Cyrulnik,
neuropsiquiatra y etólogo afirma: «Creo que el género es una ideología.
Este odio de la diferencia es propio de perversos que no lo soportan».
Charlotte Faurie, encargada de investigación en el CNRS, es más formal:
«Es aberrante negar las pruebas de que, dentro de la especie humana como
en todas las otras especies, las diferencias genéticas entre machos y
hembras entrañan diferencias moleculares, celulares, fisiológicas y
conductuales. (...) Los que niegan estos hechos, y por tanto rechazan
sus explicaciones, lo hacen por razones ideológicas y emocionales, no
científicas».
Para
Michel Raymond, director de investigaciones en la biología evolutiva en
el CNRS, «la posición que consiste en decir que las diferencias entre
los cerebros del hombre y de la mujer son únicamente de origen cultural
está fundada sobre una ideología, pero provoca un bucle por las medidas
decretadas por lo políticamente correcto». Sylviane Agacinski (filósofa,
profesora asociada en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales, esposa del antiguo primer ministro francés Lionel Jospin)
publica “Femmes entre sexe et genre”
(Las mujeres entre sexo y género), que muestra que la diferencia sexual
no es puramente social. Ella declara: «Tengo la sensación de que la
diferencia sexual se ha convertido en un auténtico tabú, un tema
prohibido. En lugar de una reflexión filosófica, se hace un combate
político, como si fuera necesario decir que existen los hombres y las
mujeres». Añadiendo que el verdadero problema de la teoría “queer” de Judith Butler es querer combatir la “dominación heterosexual”. «En su libro “Ces corps qui comptent”
(Estos cuerpos que cuentan), Judith Butler reduce el cuerpo a una
materia bruta, inerte, plástica, que no tendría ninguna propiedad. Es de
una violencia extrema para el cuerpo y, por lo tanto, para las personas
(...) Una corriente falsamente moderna considera el cuerpo como
material de fabricación. Esto conduce a considerar a los animales como
cosas, por tanto, a los seres humanos mismos como a cosas. Sin embargo,
los seres humanos son individuos vivientes y personas».
La señora Agacinski ha visto bien la naturaleza de la Gestell denunciada por Heidegger y que domina el presente de
Occidente: el hombre deviene en una materia prima con la complicidad de
los intelectuales, pero también de una parte del mundo económico y
técnico, para el que, siendo el hombre una materia prima, resulta en
principio una fuente de beneficio inmediato.
Ella
también se preocupa por el futuro de la filiación: «Si el niño es
considerado como un objeto fabricado, nada fundará ya la filiación y el
parentesco. Deviene en una construcción jurídica independiente de las
condiciones de su nacimiento. Entonces, todo es posible, La misma noción
de padre o de madre devienen problemáticas. La noción de pareja
parental ya no se impone necesariamente. ¿Por qué dos padres y no tres o
cinco? Desde siempre, la filiación, incluyendo a los padres adoptivos,
se inspiró en el modelo de pareja mixta (hombre-mujer) y atribuyó al
niño una doble línea de parentesco, masculino y femenino. Simplemente
planteo la siguiente cuestión: ¿estamos entrando en la era del niño
fabricado, del hombre fabricado, sin respetar la lógica de las
generaciones? Si es así, usted debe saber que se borrará cualquier
vínculo entre ascendientes y descendientes».
Y
añade: «Creo que, bajo la apariencia de igualdad, podemos estar
tentados de hablar también de un “derecho al niño”. ¿La sociedad tiene
que proporcionar a cada uno todos los medios técnicos para tener un
hijo, incluyendo el uso del cuerpo de otra persona como un material
anónimo (útero, células)? (...) El problema (...) es el derecho del niño
a conocer su historia y las condiciones reales de su nacimiento. Se
trata de inscribir al niño dentro del orden de la generación sexuada y
de no hacer de él un producto fabricado con la ayuda de materiales
biológicos anónimos. El anonimato de la donación de gametos debe ponerse
en cuestión. La filiación es universalmente bilateral (un lado femenino
y un lado masculino) para que ella reproduzca la estructura de la
generación sexuada. Somos padres o madres en función del sexo, no de su
sexualidad»
La penetración de la teoría de género en nuestras escuelas
No
científica, al igual que el marxismo-leninismo, que también se
reivindica como una ciencia, la teoría de género, sin embargo, penetra
en nuestras escuelas.
Desde el 27 de mayo de 2010, la teoría de género se enseña bajo el título “Présage”
(presagio) en el Instituto de Estudios Políticos de París. Es una
enseñanza obligatoria desde el año 2011. Ninguna enseñanza crítica de
esta teoría se propone en contrapartida. Encontramos la teoría de género
ya en los manuales y de texto de educación primaria en las escuelas y
liceos.
La
dirección de la enseñanza católica se queja de estos manuales. Bordas
indica: «Si en un grupo social existe una muy alta valorización de la
pareja heterosexual y una fuerte homofobia, la probabilidad de que la
mayoría de los jóvenes aprendan en escenarios heterosexuales, es muy
grande». La diferencia sexual se reduce a la condición de “escenario”.
La dirección declara: “Nacemos niña o niño. No es prestar un servicio a
los jóvenes el hecho de decirles que todos los posibles son
equivalentes”.
El
ministro Luc Chatel, en su momento, dejó hacer y esta actitud le hizo
perder muchos votos a favor de Nicolas Sarkozy en las elecciones
presidenciales. Sin embargo, el 55% de los franceses respondieron al
carácter no científico de esta teoría de género y estimaron que los
manuales eran fuente de confusión para los adolescentes. La introducción
de la teoría de género es un acto de grupos de presión minoritarios que
marginalizan la democracia.
La
infiltración ideológica continúa: ahora, un nuevo curso se plantea,
“Derechos y grandes problemas del mundo contemporáneo”, prevé enseñar
que “la familia ha evolucionado profundamente” y que ella “ha devenido
en multiforme” (familia biológica, adoptiva, monoparental, homoparental,
reconstituida, nuclear, extendida)”, todas ellas con el mismo valor.
El
Dr. Gregor Puppinck, director del Centro Europeo para la Ley y la
Justicia, muestra el totalitarismo del proyecto de género que quiere
derribar nuestra civilización. Así, el ministro de educación precisa que
“el objetivo de la moral laica es arrebatar a la educación de todos los
determinismos: familiares, étnicos, sociales, intelectuales”, es decir,
liberar a los jóvenes de sus raíces y convertirlos en átomos
manipulables. La palabra “arrebatar” expresa bien la violencia del
proyecto. El ministro de justicia declaró a la Asamblea Nacional: “En
nuestros valores, la educación viene a arrebatar a los niños sus
determinismos sociales y religiosos y hacer de ellos ciudadanos libres”.
Aquí, “liberar” significa desarraigar, a fin de ser sometidos a un
nuevo determinismo del que jamás se habla: el determinismo ideológico.
La teoría de género debe servir para luchar contra el “determinismo
sexual”. La ministra socialista de educación, Peillon, dijo: “El
gobierno se compromete a apoyar a la juventud para cambiar las
mentalidades, especialmente por una educación que respete la diversidad
de las orientaciones sexuales”. El objetivo, entonces, no es respetar
los derechos de los padres sino de “arrebatarles” a sus hijos para
liberarlos. Los comunistas no dicen gran cosa al respecto.
Como
precisa Puppinck, «Este derecho se reafirmó en la retórica de las
grandes declaraciones sobre los derechos humanos después de la Segunda
Guerra Mundial, como una reacción contra el totalitarismo nazi, fascista
y comunista». La Declaración Universal de Derechos Humanos reconoce que
“la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene
derecho a la protección de la sociedad y del Estado”; y que “los padres
tienen un derecho preferente para elegir el tipo de educación que van a
recibir sus hijos”. Los gobiernos europeos occidentales buscan
retirarles ese derecho a los padres en nombre de una revolución
ideológica.
Es
esta presunción mortal la que está en el origen de teorías como la de
género. El siglo XX fue el siglo menos religioso: pero fue también el
del Gulag y las guerras mundiales fraticidas en nombre de las teorías
elaboradas por la razón abstracta. Con la teoría de género, nos
encontramos con este culto irracional de la razón que, en nombre de las
buenas intenciones, conduce a la inhumanidad y a la desaparición del
hombre.
Fuente de este tema:
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=5522